Decir que a lo largo de mi vida he tenido que afrontar situaciones doloras o traumáticas no es algo que me diferencie de la mayoría de personas. La primera vez que pedí ayuda psicológica tenía 18 años, y desde entonces he necesitado volver a hacerlo en más de una ocasión cuando la vida me ha apretado mucho y no era capaz de avanzar.

Lo fundamental que he aprendido es:

–  Las heridas y traumas en la infancia, si no se trabajan, determinan inevitablemente la manera en la que veremos el mundo, y nos relacionaremos con él.

– Es muy sencillo sentirse perdido hasta no reconocerse cuando estás sufriendo.

–  Es muy difícil asumir que necesitas ayuda profesional. Te hace sentir que algo va mal por no ser capaz de resolverlo tú sola/o. Te aseguro que te está llevando más esfuerzo normalizar el sufrimiento y adaptarte a él en tu día a día. Créeme.

–  Cuando estás sufriendo todo supone un sobre esfuerzo. Trabajar, las responsabilidades, tu pareja, tu vida social… Al final pagas una factura enorme que termina por dejarte sin ganas de vivir, aislándote e incluso haciendo que renuncies a cosas que sabes importantes

–  Una vez que te conoces, sabes quién eres y de donde vienes, entenderse a uno mismo y lo que está pasando es una consecuencia maravillosa, que te acompañará de por vida, y te ayudará a decidir sobre ti y tus circunstancias con mejores resultados.