Cómo tus emociones pueden llegar a "atarte de pies y manos".
¿Por qué te cuesta tanto gestionar algunas emociones cuando aparecen?.
¿Por qué, aunque te propongas manejar determinadas situaciones de manera distinta, no lo consigues cuando suceden?.
¿Por qué, aunque haya pasado tanto tiempo desde que “eso sucedió”, no eres capaz de sentirte de otra manera? .
Hablemos de intensidad emocional, porque me gustaría que entiendas porqué frases como: “Lo importante no es lo que te sucede sino lo que tú decides hacer con lo que te sucede” aunque pueden sonar muy bien cuando las lees, terminan generando esa sensación de “si estás así es porque quieres”, y eso que te has propuesto de mil maneras intentar cambiarlo.
Y si lo acompañamos de todos los comentarios que puedes llegar a recibir de aquellas personas cercanas con las que decides desahogarte, y que con todo el amor del mundo y la intención de hacerte sentir mejor alimentan esa sensación porque, o bien no es para tanto, o te dan consejos sobre lo que deberías hacer, o cómo deberías tomártelo, pero por algún motivo no eres capaz de hacer esos cambios.
1. Tus emociones pueden ser el copiloto perfecto:
Partamos de la idea de que tus emociones son la reacción natural que tiene tu cuerpo de decirte lo que necesitas según lo que te está sucediendo.
Y añadamos dos ideas. Una es el hecho de que durante el día te están pasando cosas una detrás de otra, y la segunda es, que no sólo son reacciones a lo que sucede a tu alrededor sino también a lo que sucede en tu cabecita. ¿Resultado? El abanico de emociones por las que transitas en sólo un día puede llegar a ser bastante amplio y denso.
Ahora bien, esas emociones no aparecen para complicarte la existencia, aunque te parezca que lo están haciendo. Vienen para ser el copiloto que te vaya dando dirección según transitas cada momento diciéndote qué te está sucediendo y qué necesitas. Es decir, aparecen para cumplir una función, y una vez hecho su trabajo se marchan.
El problema surge cuando en lugar de estar dándote dirección se ponen al volante y hacen contigo lo que quieren llevándote sin control.
2. Cuando y porqué se pone una emoción al volante:
Aquí es donde cobra importancia el concepto de intensidad emocional, porque puede llegar a hacer que no tengas capacidad de decisión a la hora de qué hacer con lo que te sucede, y eso puede provocar un alto nivel de sufrimiento.
Por si no te has dado cuenta, que apuesto a que sí, cada emoción que sientes hace que tu cerebro, y por tanto el funcionamiento de tu cuerpo, tu manera de pensar, incluyendo tu atención y la manera que tienes de comprender las cosas, y en consecuencia tu comportamiento, cambien.
Y esos cambios, además, serán en mayor cantidad y con mayor impacto en ti, en función de la intensidad que esa emoción sea capaz de alcanzar. Para que me entiendas, no se producen los mismos cambios cuando te pones “nerviosilla/o” que cuando tienes una crisis de ansiedad.
Así que, a medida que la intensidad de la emoción es más alta, más va tomando el control de tu cuerpo, tu pensamiento y tu conducta. Y antes de que te des cuenta está al volante y estás en sus manos. Piensa, por ejemplo, en un momento en el que hayas tenido una discusión que te ha generado un alto nivel de rabia, y todo lo que has podido llegar a decir o hacer en esos momentos.
3. Hay dos caminos para llegar a una intensidad emocional alta o muy alta:
3.1. Por secuestro emocional.
El termino secuestro emocional se utiliza cuando una emoción aparece y directamente alcanza una intensidad emocional que te sobrepasa, es más “fuerte” de lo que puedes gestionar, o tiene mayor potencia de la que es habitual para ti, por lo que se hace muy difícil evitar “caer en sus garras” y que haga contigo lo que quiera.
Ejemplos:
– Un susto mientras conduces.
– Senrite agredida/o de alguna manera.
– Un resultado preocupante a una prueba médica.
– Una ruptura de pareja inesperada.
– …
¿Pero quién es el secuestrador?
Sin entrar en muchos datos técnicos , y resumiéndote “muy mucho” lo fundamental, lo primero que debes saber es que en tu cerebro está lo que se llama el “cerebro emocional” y el “cerebro racional”.
Cuando una emoción tiene una intensidad leve o moderada existe un equilibrio entre ambas, esto hace que la emoción dé forma a la mente racional, y la razón puede ajustar o incluso censurar las decisiones emocionales.
Pero cuando la intensidad es alta o muy alta, este equilibrio puede verse alterado, se desborda nuestra emoción y deja inhabilitada a la razón. Porque nuestra mente emocional se vuelve más poderosa, y más ineficaz se vuelve la mente racional.
El hecho de que pueda existir esta independencia de actuación entre la parte emocional y racional tenía una función especialmente de supervivencia en nuestro pasado, donde en ocasiones era necesario dejarnos llevar por el miedo y simplemente huir de un peligro.
Pero en la actualidad, esta manera de reaccionar de nuestro cerebro emocional, si no nos percatamos de cuando sucede, puede llegar a producir estragos en todas las áreas de tu vida.
Así que podemos concluir que el secuestrador es el área de tu cerebro encargada de procesar tus emociones y el secuestrado es tu cerebro racional. Y más concretamente, por si tienes curiosidad, tú secuestrador se llama “amígdala”, y el secuestrado “neocórtex”.
3.2. Por “sostener el vaso de agua”.
He elegido la metáfora del vaso de agua, que habitualmente se utiliza para hablar de la ansiedad y las preocupaciones, porque me parece válida y perfecta para hablarte de cualquier emoción que comienza en una intensidad leve- moderada, y poco a poco, bien porque la reprimes o ignoras y no la atiendes, bien porque no sabes muy bien cómo reconducirla y gestionarla, va aumentando hasta una intensidad alta. Esta metáfora no es mía, eh!, te la cuento por si no la conoces:
Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la típica pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó:
– ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos pero el psicólogo respondió: “El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve.”
Ejemplos:
– Malestar en el trabajo.
– Discusiones de pareja continuadas.
– Un duelo cronificado.
– Una ruptura de pareja complicada en el tiempo.
– …
¿Por qué se llega a “entumecer” el brazo”?
Porque poco a poco el malestar que genera la emoción en cuestión va abriéndose camino en tu pensamiento y forma de actuar. Y, si esto se alarga en el tiempo, pueden llegar a convertirse en hábitos que son difíciles de identificar como parte de lo que estás sintiendo por lo que te sucedió. Se complica aún más porque las emociones a medida que aumentan se van retroalimentando y subiendo de intensidad.
Además, esta situación tiene una peculiaridad y es que, como tu vida sigue, tanto la situación, como el resto de situaciones que vives, van a seguirse sucediendo, y esto hará que otras emociones vengan a unirse a la fiesta, independientemente de que la protagonista sea la emoción principal. Y en medio de este escenario que puede durar meses e incluso años, es muy sencillo perderse y no saber “por donde salir” e incluso llegar a la conclusión de que has cambiado.
4. Qué sucede cuando la emoción conduce:
Como te comenté antes, cada vez que se activa una emoción en ti, se producen cambios en tu manera de actuar, de procesar la información y en el funcionamiento de tu cuerpo. Y estos cambios serán más y mayores en función de cuán intenso esté siendo lo que sientes.
– Los cambios que se producen en tu cuerpo están relacionados con el hecho de que tu cerebro varía en cuanto a qué segrega y que no, y en qué cantidad. Su intención es prepararte para afrontar lo que está sucediendo, pero en ocasiones lo que él cree que está sucediendo no se corresponde con la realidad. Te pongo un ejemplo: si tienes miedo a volar, tu cerebro identifica el miedo y segrega una serie de sustancias que tienen la función de prepararte para huir o luchar. Pero si necesitas coger ese avión, no te puedes permitir luchar o huir, y el estado de agitación en el que tu cuerpo se encuentra no te ayudará a mantener la calma, sino que hará que estés en alerta y alimentará la sensación de peligro y por lo tanto de miedo.
– En cuanto a la manera en la que tu pensamiento se vé afectado, cuando la amígdala ha secuestrado la parte racional de tu cerebro, todo lo que está sucediendo en él no se corresponde a nada racional sino que está en manos de esa emoción, y es ella la que te “habla”. A este respecto quiero mencionarte dos cosas. La primera es que todo lo que estés pensando en esos momentos y la manera en la que estás comprendiendo lo que sucede, tenderá a alimentar la emoción. La segunda es que tu atención también estará en sus manos y se reducirá, tendiendo a centrarse en aquello que confirme lo que te estás contando. Te pongo otro ejemplo: estás atravesando una ruptura afectiva que te tiene sumida/o en un estado de tristeza intensa. Y entonces todo lo que puedes pensar hace que estés más triste, “nadie me va a querer así, siempre voy a estar sola/o…”, tu mente no hace más que repasar episodios que añoras con esa persona, incluso puede que te haga un repaso de rupturas y amores a lo largo de tu vida y te haga sacar conclusiones equivocadas acerca del amor o de ti… Y la atención tenderá a centrarse en cada pareja que te cruces por la calle como si las personas solteras hubieran dejado de existir, en cada lugar de tu casa en el que esa persona solía estar…
– El tercer afectado es tu conducta y comportamiento, y los cambios se producen en relación a los dos anteriores. Dependiendo de cómo se encuentra tu cuerpo, y de cómo estás pensando, tenderás a actuar en consecuencia. Y al igual que con el pensamiento, la tendencia va a ser alimentar la emoción. Vamos con un ejemplo: eres madre primeriza y han aparecido miedos intensos referentes a que a tu bebé le pueda suceder algo. Tú cerebro te estará dando su dosis de químicos para estar en alerta ante cualquier peligro, y tu cabecita los estará poniendo en palabras contándote todo lo que le podría pasar a tu peque. Así que vas corriendo en cuanto no lo escuchas, compruebas constantemente que respira mientras duerme, cuando lo dejas al cuidado de alguien llamas, o mandas mensajes a cada momento, para comprobar que todo está bien…
5. Qué puede facilitar que tu intensidad emocional aumente:
– Tu historia personal con las emociones: Bien porque estés atravesando un momento en tu vida en el que la intensidad es constante por diferentes motivos, bien porque tu historia vital esté marcada por sucesos de alta intensidad.
Además de que cada uno hemos crecido en nuestra familia, donde había y/o hay una manera particular de relacionarse con las emociones intensas, que has aprendido y ahora son mensajes internos que en la actualidad pueden hacer que te juzgues, censures, incluso boicotees cuando las estás viviendo.
– Relacionado con lo anterior está el hecho de que tengas tendencia a reprimir tus emociones o evadirte de ellas porque, al no atenderlas, la tendencia no va a ser que desparezcan sino que tendrán un efecto acumulativo que terminará por traducirse en pensamientos o comportamientos que te perjudicarán. Y a la larga se van a ir transformando en un sufrimiento que no tendrás muy claro ni de donde viene, ni por donde empezar a “desenredar”.
– El momento vital concreto en el que te encuentras: La intensidad emocional no se vive igual en la adolescencia, por ejemplo, donde los expertos aseguran que el cerebro está en desarrollo todavía, y las conexiones entre el cerebro racional y el emocional están creándose, que en la edad adulta, o con una edad avanzada, donde nuestra experiencia de vida debería habernos ido enseñando otras maneras de gestionar lo que va sucediendo.
– El estrés: Si atraviesas un momento donde estás bajo mucha presión y tensión, tus niveles de estrés serán altos y eso hará que la probabilidad de que tus emociones sean intensas aumente.
–Tu capacidad de autocontrol: No sólo porque tengas mucha o poca capacidad de autocontrol, que obviamente va a ser crucial a la hora de gestionar emociones intensas, sino porque esta capacidad no es infinita. Existen investigaciones que han encontrado que a medida que te expones a situaciones y emociones, de manera continuada, ese autocontrol se va consumiendo.
He encontrado un ejemplo que me ha parecido perfecto: Piensa en tu capacidad de tener autocontrol como en tu capacidad física al hacer un sprint. Tras la carrera estás exhausto, y necesitas tiempo para poder recuperarte antes de volver a correr. De la misma manera, después del esfuerzo de gestionar tus emociones cuando han sido intensas, evita volver a exponerte de nuevo a una situación tensa o será más probable que sucumbas por simple agotamiento.
6. Cómo volver a ponerte al volante:
Lo primero que debes entender es que las emociones se activan para cumplir una función, y una vez lo han hecho se van. Así que intentar luchar contra ellas, ignorarlas o evadirte sólo harán que te canses y te frustres porque no sólo no desaparecerán sino que tenderán a aumentar para que las atiendas.
Otra cosa que no suele funcionar, con emociones que están activas con una intensidad alta o muy alta, es empeñarte en no pensar, o en pensar en positivo, porque igualmente tendrás que esforzarte mucho y los resultados serán momentáneos.
Tanto si has llegado a esta situación de manera súbita, por un suceso concreto, como por sostener la emoción durante mucho tiempo, el resultado es que la emoción que está activa ha conseguido “secuestrar” tu funcionamiento cerebral, cognitivo (pensamiento), y conductual (comportamiento).
Y al igual que si esto fuese una película, vas a tener que comenzar por una negociación en la que puedas ponerle nombre al secuestrador (emoción) y saber cuál es el motivo por el que ha aparecido, así podrás valorar qué hacer para que se desactive.
Pero como la emoción está a un volumen muy alto y esa negociación puede resultar difícil, el objetivo principal es bajar su intensidad para que el equilibrio entre emoción y razón se restablezca. Para ello tienes diferentes alternativas encaminadas a rescatar a cada uno de esos rehénes.
¿QUIERES SABER LA FUNCIÓN DE CADA EMOCIÓN?
Qué te recomiendo:
- Para aquellas que aparecen de forma súbita con una intensidad alta: suelen ser emociones como la ansiedad o la rabia, que te cargan rápidamente de energía, y te mueven a actuar de manera impulsiva, y casi siempre errónea, así que si la situación te lo permite, sal de ella, y toma distancia, para que toda esa actividad fisiológica baje. Puede ayudarte tomar el control de tu respiración, que seguramente esté siendo acelerada, moverte y descargar energía si lo consideras oportuno y puedes hacerlo…y entonces podrás valorar qué sientes, y porqué, y qué hacer cuando regreses a la situación.
- Para aquellas emociones que han ganado intensidad a lo largo del tiempo: entiende que los cambios a los tres niveles, que produce esa emoción, llevan contigo el tiempo suficiente para haberse convertido en hábitos que has incorporado. Así que trata de identificarlos para que sepas cuales de tus pensamientos y comportamientos se han implantado desde que te sientes así, y te darán una idea de por donde empezar. Te sugiero que comiences por pequeños cambios que te pongan en movimiento para cambiar las cosas, y que te sientas capaz de hacer para que no los abandones y termines frustrada/o.
A partir de ahí...
- Habiéndole puesto nombre a esa emoción y entendiendo qué la está provocando, valora si estaría bien informar de cómo te estás sintiendo y porqué si hay otra persona implicada, o a aquellas personas preocupadas por ti.
- Te puede ayudar mucho observarte “desde fuera”, como en una película o como una persona externa. Porque aumenta la autoconciencia y eso te dará una perspectiva acerca de ti, de lo que está sucediendo y de qué hacer, que desde dentro es difícil que tengas.
- Relacionado con esto último, he encontrado una recomendación que me ha parecido muy buena que es mirarte a un espejo, porque también tiene resultados sobre esa autoconciencia de lo que estás sintiendo.
- Analiza y diferencia qué depende de ti dentro de la situación que estás viviendo, y enfócate en ello porque es donde podrás tener facilidad de “maniobra” para atender la emoción. Poner tu atención en cosas, personas o situaciones sobre las que no tienes control sólo es una fuente de frustración y ansiedad.
- En momentos en los que sientas que la emoción tiene un volumen muy alto, haz un esfuerzo por recuperar tu atención distrayéndote en algo concreto que necesite que la utilices. Así disminuirá todo lo que está sucediendo en tu cabeza.
- Cuando seas consciente de que estás «bajo los efectos» de una emoción con intensidad alta recuerda que será temporal y siempre que la situación te lo permita RECUERDA: NO TOMES NINGUNA DECISIÓN HASTA QUE LA INTENSIDAD DISMINUYA.
Con todas estas recomendaciones, la intensidad debería empezar a bajar a moderada. Y, una vez ahí, lo que te quedaría por hacer es empezar a aplicar una adecuada gestión emocional de la emoción que esté activa.
Cada emoción tiene una función, y por lo tanto una gestión distinta, por eso no me voy a meter en ese “jardín” en este artículo. Pero si te quedas por aquí, suscribiéndote a la página, y/o siguiendo el perfil de instagram (emocionantemente.vivo) podrás ir leyendo información concreta de las diferentes emociones y su gestión, con la intención de ir aprendiendo acerca de inteligencia emocional.
7. Conclusión:
Después de todo esto que te acabo de explicar, si volvemos a leer esa frase de “Lo importante no es lo que te sucede, sino lo que tú decides hacer con lo que te sucede” en mi opinión es relativamente cierta porque, todo aquello que te sucede tiene un impacto en tu vida a diferentes niveles. Y en el caso del nivel emocional, que es del que te hablo, el impacto puede dejarte imposibilitada/o por un espacio de tiempo corto o largo, en el que no vas a poder decidir qué hacer con claridad.
Porque no es sencillo decidir qué hacer, o cómo tomarte algo, si lo que estás sintiendo te está inundando, ya que tanto tu manera de pensar como de actuar pueden estar fuera de tu control. Entonces, lo que te sucede si es importante, la cuestión es que no tiene porqué ser determinante.
Recuerda que las emociones tienen una función que deben cumplir para “marcharse”, así que si te estás sintiendo así es por algo, y por más que te empeñes en solucionar sus consecuencias, si no vas a la raíz no va a hacer más que salir, y salir por todos lados, como una mala hierba.
Por último, si consideras que realmente estás teniendo un problema a la hora de gestionar una o varias emociones, y llevas tiempo intentando solucionarlo por tu cuenta sin éxito, permítete buscar la ayuda profesional que necesitas, y verás que es mucho más sencillo obtener cambios.